Selva de noche con sus brebajes que saben a Nochixtlán y París donde los animales de poder que nos habitan brindan, beben y bailan.
Regina Mitre, socia de Featuring, para Vogue México
—Alexandra, ¿de dónde eres? —De otro planeta. Quizás de otra selva pero Oaxaca me atrapó. Tengo raíces de Europa del Este, crecí en Italia y hace catorce años me fui a París. De pronto: el destino, viajé a Oaxaca y en el Jardín Botánico caí rendida ante el misticismo de esta ciudad y su jardín de las delicias. —Así nace Selva.
Siéntese en la barra, juegue con su collar de perlas y piense: ¿qué me tomo hoy? Piense en Ada Coleman y en cómo inventó el cóctel Hanky Panky allá por 1900. Chet Baker suena y el mundo está de cabeza: agitadísimo al mismo tiempo que revuelto. Los locos años veinte. La prohibición a los besos y abrazos son ya parte de la normalidad. ¿Contrabandeamos? Desenfreno: el deseo común. El año 22 está ocurriendo, 2022. Dígale a la enigmática mujer detrás de la barra que quiere tomar un riesgo, que quiere un trago de libertad. Ella, Alexandra Purcaru, la sacerdotisa de exquisitez salvaje, artesana de cócteles, recorre su recetario interno: Martini sucio para las elegantes solitarias pero curiosas. Un Negroni para las que se visten de determinación filosa. Para usted, viajera, un Oaxaca Gimlet: Gin Katun, cordial de cítrico y piel de limón. Este trago sabe a un recorrido en un auto descapotado por Yucatán. O, será que para usted ¿quizás un Calmante para empezar?: Mezcal Los Danzantes añejo, infusionado con manzanilla, miel de agave, licor de chile pasilla y nube de copal. Un elíxir.

Usted dice: sorpréndeme. Me arriesgo.
En frente de la plaza de Santo Domingo, Oaxaca, se encuentra Selva, la gente dirá que es un bar especializado de mixología y sí, pero también es un umbral hacia un paraíso perdido. La Divina Comedia comienza así: A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta se había extraviado. Este inicio es inspiración del espíritu y nombre de este templo de cócteles para los que no están perdidos aunque no sepan a dónde van. Un viaje imaginativo. “Manantial” es el título del mural de Raúl Herrera que nos da la bienvenida, ¿está usted segura que sigue en Oaxaca? Sí, el piso de barro nos guía hasta la barra, el minucioso diseño art-decó de Martina D’Acosta y la distinguida arquitectura de Claudia Turrent nos hace decir: sí, aquí platicarían extasiados Toledo con un mezcal y Scott Fitzgerald con un Old-Fashioned. Selva es un mestizaje. Europa clásica. México indómito. Los insumos, destilados y licores son locales. Alexandra, socia y fundadora dice: trabajo con maíz nativo, cacao, nopal, chile, frijoles, quelites, verdolagas, pitiona, xoconostle, ruda y quintonil. Me vinculo con su origen. Creo las recetas a partir de los ingredientes y sus bondades, de ahí elijo los destilados para mezclar. Mezclo lo inconexo. ¿Oaxaca surreal y París loco?
—Alexandra, ¿Cómo inventas cada trago? —Busco provocar. No puedo pensar en un cóctel sin pensar en su contenedor, es una intención 360: ingredientes, su balance y la manera de servirlo. Cada cóctel posee un estilo. Hay una copa para cada cóctel. Una mujer se convierte en una diosa con un vestido rojo, ¿no? Tenemos que exaltar la intención del trago. Cada copa es un vestido. —Salud.
Sí. La mixología es un lujo, pero, después de un infinito encierro, le invito a vestirse de aventura, no dude en usar ese lápiz labial de emergencia. Vaya a la barra, ¿qué me tomo ahora? le invito a probar Selva, el emblemático: Mezcal joven Danzantes, limón, miel de agave, licor de chile poblano, bitter de enebro, quesillo y albahaca. Sienta la energía. Sienta la magia. Y sobre todo no se asuste si del otro lado de la barra ve a Salvador Dalí o a Ernest Hemingway brindando con usted. Son los locos años veinte.
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